
El Combate de Buin fue un hecho de armas ocurrido el 6 de enero de 1839, durante la segunda expedición restauradora chileno-peruana en el marco de la Guerra contra la Confederación Perú-Boliviana. En este enfrentamiento, la retaguardia del Ejército Unido Restaurador, comandada por el General Manuel Bulnes y el Mariscal Agustín Gamarra, se enfrentó a la vanguardia del ejército confederado bajo las órdenes del Mariscal Andrés de Santa Cruz, en el puente del río Buin, en la provincia de Huaylas, territorio del Estado Nor-Peruano.
1. Antecedentes
Los argentinos que declararon la guerra a la Confederación Perú-Boliviana invaden Tarija por alojar fuerzas argentinas contrarias a su gobierno. El coronel argentino Alejandro Heredia se retira de la contienda el 22 de agosto de 1838.
El 21 de agosto de 1838, un cabildo abierto en Lima proclama como Presidente del Perú a Agustín Gamarra y reconoce el apoyo de las fuerzas chilenas para derrotar a Santa Cruz. Con el fin de reforzar el ejército unido restaurador, los coroneles Frisancho y Torrico empiezan a organizar en Lima los batallones Cazadores y Legión Peruana. Para reunir más fuerzas, Castilla se dirige a Chancay y La Fuente parte hacia Trujillo. [4]
Luego de las victorias del Ejército Unido Restaurador en las batallas de Portada de Guías y Matucana, en Chile se hacían preparativos para reforzar la fuerza expedicionaria en territorio confederado. Entre otras medidas, se creó un Depósito de Reclutas, formado por soldados enfermos en Chile, desertores apresados y hombres seleccionados por las autoridades competentes, el cual se transformó en el Batallón de Infantería de Línea de Auxiliares del Ejército; y se formó el Batallón de voluntarios de Talca con asiento en Santiago.
El 29 de octubre se celebró un consejo de guerra en Lima con Agustín Gamarra, Manuel Bulnes, Ramón Castilla, José María de la Cruz, Victorino Garrido, Juan Crisóstomo Torrico y Antonio Plasencia y deciden retirarse de Lima ya que las tropas estaban siendo diezmadas por enfermedades y falta de alimentos, además de encontrase con espías crucistas en Lima.
El ejército restaurador salió de Lima el 8 de noviembre de 1838, para embarcar la infantería y la artillería el 11 del mismo mes, mientras la caballería marchaba hacia Chancay. El punto donde se reunirían todas las tropas sería el Callejón de Huaylas done el clima era mejor y y la zona contaba con mejores recursos para su abastecimiento.
Entretanto, Santa Cruz aprovechó la salida del ejército expedicionario y ocupó Lima, para luego salir en su persecución con tres divisiones, añadiendo una cuarta a principios de 1839. El ejército restaurador desembarcó en Huacho el 13 de noviembre, generándose diversas escaramuzas aisladas entre éste y las tropas confederadas que seguían el mismo camino que los restauradores a partir de la localidad de Recuay. [5]
Buscando evitar un enfrentamiento donde la superioridad numérica del ejército de Santa Cruz fuese determinante, los restauradores marcharon hacia el norte y se retiraron de Huaraz mientras los confederados la ocupaban el mismo 5 de enero. Lo mismo ocurría en Carhuaz. Con ello Santa Cruz apuró su avance y se produce el enfrentamiento en el puente sobre el Río Buin.
Por orden de Bulnes, los batallones Santiago, Aconcagua, Colchagua y Valparaíso marcharon hacia Yungay, dejando en la retaguardia a las unidades Carampangue, Portales, Valdivia y el escuadrón Lanceros en la confuencia de los ríos Buin y Santa, la que forma un desfiladero de unos cuatro kilómetros. En este lugar Santa Cruz planeó coger a su enemigo entre dos fuegos.
2. La batalla
2. 1. Disposición de tropas
Bulnes desplegó las tropas a lo largo de la ribera norte del río Buin, con el Valdivia a la derecha, el Portales en el flanco izquierdo y el Carampangue en el centro, encargando especialmente a los cazadores de esta última unidad el cuidado del puente.
Por su parte, Santa Cruz dispuso su ejército también en una línea, con dos piezas de artillería situadas en el camino real y apuntando hacia el puente, dirigidas por el Coronel Pareja; a un costado todas las compañías de cazadores de sus batallones y al otro al resto de su ejército, bajo el mando del coronel Morán, comandante del batallón Ayacucho.
2. 2. Inicio y desarrollo
En esta formación se inició el combate a eso de las 15:30, desarrollándose bajo una lluvia torrencial con un nutrido fuego de fusilería y artillería.
Santa Cruz envía al coronel Cerdeña, Morán y Guilarte a hostigar a su enemigo por diversas zonas.
Luego envía al general Guarda, el batallón Ayacucho y parte de la división de Morán a enfrentarlos.
Guilarte planea atacarlos por el flanco derecho. Con ello los batallones Carampangue y Portales fueron dispersados hacia la quebrada y otros se retiraron a las alturas del cerro Muín donde se encontraban los restauradores.
El coronel confederado Guarda, encabezando su división ligera cargó contra las fuerzas que custodiaban el puente, pero fueron rechazados por un nutrido fuego de la infantería, bajo el cual fue herido el mismo Guarda en las inmediaciones del Buin y forzó la retirada de los confederados a su posición inicial. De la misma manera fueron rechazados los intentos de Morán. [7]
Dada la importancia del puente, el combate en torno a éste era encarnizado. Un pelotón de soldados chilenos, dirigidos por Juan Colipí defendía su entrada cargando en repetidas ocasiones contra las tropas confederadas, acompañado por el teniente del Portales Matías Aguirre. El combate seguía su desarrollo con intenso fuego de fusilería por ambos lados, con la retaguardia restauradora manteniendo su posición. Mientras, la vanguardia del ejército de restauración desandaba su marcha retornando en ayuda de las unidades comprometidas desde temprano en combate, llegando primero a la zona de combate iniciada la tarde el batallón Valparaíso
2. 3. Controversia
Segun la historiografía boliviana luego de que los batallones chilenos Carampangue y Portales fueran rechazados, las tropas de los generales Guarda y Morán logran forzar la posición a la bayoneta mientras que los restauradores se retiran a las alturas opuestas del rio, que habían sido oportunamente ocupadas por el resto de su ejército, durante el ataque cae herido el general Guarda siendo que al llegar al puente se encuentran con que este ha sido cortado por lo que deben detener su avance. [8]
Según la historiografía chilena a medida que ambos ejércitos comenzaban a concentrarse en torno al puente, Bulnes ordenó al Carampangue moverse a la retaguardia, dejando al Valparaíso en la primera línea, tomando el lugar del Valdivia, cuyas tropas ya no contaban con municiones. Con esta formación, las tropas confederadas fueron rechazadas nuevamente, con lo que las tropas de Santa Cruz se replegaron hacia los cerros de la cuesta Huaullan. Luego arribó el batallón Colchagua, el cual no alcanzó a tomar parte en el combate, ya que Colipí, cortó el puente, obedeciendo la directiva de los oficiales de la retaguardia de realizar cualquier acción que impidiese o demorase el avance de Santa Cruz. [7]
Los confederados llegan al puente pero estaba cortado y solo logran pasar unos pocos soldados confederados junto a los capitanes Leuper de los Cazadores del Centro y Ureta del Ayacucho. Ambas fuerzas se disparan desde los lados del río.
Santa Cruz reconoce que la lluvia, el corte del puente y las heridas del general Guarda que comandaba la vanguardia impidieron aprovechar las ventajas que habían empezado a obtener. [9] También el general Morán había pedido a Santa Cruz atacar a los restauradores cruzando la quebrada donde se encontraban, pero Santa Cruz no estuvo de acuerdo, según algunos autores, por el temor a que en esta arriesgada maniobra su ejército fuera envuelto y destruido en los médanos. Es probable que lo ocurrido anteriormemente en el puente de Uchumayo influyera en su decisión. [8]
Luego que termina la tormenta a las ocho de la noche, una columna confederada cruza el rio solo para reconocer el lugar.
3. Consecuencias
La historiografía chilena considera que esta fue una victoria del Ejército Restaurador. La historiografía boliviana considera que esta fue una victoria del Ejército Confederado.
Este enfrentamiento no tuvo grandes consecuencias para el desarrollo del conflicto. Los restauradores prosiguieron su marcha rumbo al norte, mientras Santa Cruz continuó siguiéndolo hasta las inmediaciones de Yungay, lugar donde el 20 de enero se decidió el triunfo definitivo del Ejército Unido Restaurador y el fin de la Confederación Perú-Boliviana.
4. Notas
Puesto que la historiografía chilena considera este enfrentamiento una victoria, en conmemoración de esta acción el Ejército de Chile nombró a la unidad de infantería creada durante la revolución de 1851 como Regimiento "Buin" 1º de Línea, nombre que mantiene hasta hoy
Santa Cruz, retenido en Lima por una enfermedad, sólo partió el 24 de diciembre para reunirse con su ejército, concentrado en las inexpugnables posiciones de Chiquián. Llevaba consigo la división de Armansa, compuesta de los batallones 1 y 4 de la guardia, la caballería, la artillería, el parque y un brillante estado mayor. En el camino dejó atrás a la división de Armansa, que sólo llegó a Chiquián el 2 de enero, y se adelantó con la caballería. Al día siguiente, 3 de enero, la totalidad del ejército penetraba en el Callejón de Huaylas, con una decisión calculada para engañar al enemigo, haciéndole creer que lo atacaría en el punto en que lo alcanzase.
Pronto los ejércitos quedaron separados por una jornada. El protectoral, elegantemente vestido y con armas relucientes, inclusive su caballería, montada en los caballos que le vendió Blanco, de nada carecía. En el restaurador, los soldados cargaban fusiles anticuados y no tenían "más equipaje que la mochila vacía que colgaba de sus fornituras, que muchas veces no eran sino un pedazo de cuero cruzado en las espaldas sobre una manta descolorida. Sus ropas viejas y raídas y el crecido número de soldados descalzos o sin ponchos, les daban el aspecto de una banda de descamisados, más bien que de ejército regular".
Al emprender Santa Cruz la marcha sobre Huaraz, asiento del cuartel general, Bulnes tenía en este punto sólo 3.200 hombres. Los regimientos de cazadores, granaderos y carabineros estaban en el valle de Yungay, unas 8 leguas a retaguardia; la artillería en el campamento de San Miguel, a 10 kilómetros, y los batallones peruanos Huaylas y cazadores del Perú en Caraz, a 12. Este escalonamiento que ataba las manos a Bulnes para aprovechar las coyunturas que eventualmente podían presentarse para batir a Santa Cruz durante su avance, obedecía al plan fijo de dar la batalla en las posiciones defensivas de San Miguel.
Ocurrió desde el primer momento lo que tenía fatalmente que suceder con este plan absurdo, basado en la creencia de que el enemigo haría lo que convenía a la defensa. Santa Cruz, que militarmente había dado mucho, no traía otro plan que el que le dictaran el terreno y los acontecimientos. Impuesto de la imprudente posición de Bulnes, en vez de detenerse en Recuay a descansar sus tropas fatigadas, hizo una jornada doble. Bulnes, que lo suponía en Recuay, despachó su infantería a Yungay, para reunirse con la caballería, mientras él, rendido por el cansancio y dos noches pasadas en vela, se recostó en una vivienda del cuartel. El destino, de quien fue hijo mimado, dispuso que uno de los ayudantes enviara un vigía a una altura vecina, para que observara el camino de Recuay. Alcanzó el soldado a dar apenas algunos pasos fuera del pueblo, cuando se encontró con las avanzadas enemigas que entraban en Huaraz. Sólo tuvo tiempo de dar un grito, que felizmente se oyó en el cuartel. Bulnes saltó, aún medio dormido, sobre su caballo, y justamente cuando las fuerzas enemigas entraban en la plaza por el costado sur, él salía por el costado norte, con una cuadra escasa de ventaja sobre el enemigo. Los pocos soldados que le acompañaban, para asegurar su salvación, pues aunque montaba un buen caballo éste no podía acompañado largo trecho por su corpulencia y peso, motu proprio retardaron la1ialida de la plaza, que por un momento estuvo ocupada por fuerzas de los dos ejércitos.
A las 8 de la mañana del día siguiente, 6 de enero, el ejército de Santa Cruz salía de Huaraz con rumbo a Carhuaz. Poco después de mediodía, la primera división del ejército restaurador salía de este último pueblo con rumbo a Yungay. Iba al mando del general Cruz y la formaban el Aconcagua, el Santiago y el Valparaiso. A esa hora llegaba a Carhuaz la otra división, compuesta del Carampangue, el Valdivia y el Portales. Cerraba la marcha un grupo formado por Bulnes, Castilla, Torrico y Victorino Garrido. Ambas divisiones marchaban con una separación que constituía una grave imprudencia. Poco después de mediodía, el coronel Zavala, edecán de Santa Cruz, capturó al piquete de observación que Bulnes había despachado al mando del mayor Funes; y este oficial, conducido a presencia de Santa Cruz, le suministró todos los datos sobre los efectivos y la forma de la marcha de las divisiones de Bulnes. Santa Cruz cogió al vuelo la oportunidad que le brindaba la separación de las columnas chilenas, y resolvió aniquilar la de Bulnes. Dio órdenes a Morán de que procurase enclavar al enemigo antes de salir de Carhuaz, para dar lugar a que llegaran las divisiones que venían más atrás. El general De la Guarda recibió orden de atacar por el costado izquierdo y el coronel Guilarte, por el derecho, mientras Morán en persona lo embestía por la retaguardia. Al mismo tiempo se despacharon avisos a las demás divisiones para que avanzaran a paso redoblado. .
La fortuna acudió nuevamente en auxilio de su ahijado. Un oficial de la partida de Funes que logró escaparse, trajo al campo chileno la noticia del avance de Morán. Bulnes hizo lo único que ya cabía hacer: reunir en posiciones ventajosas sus batallones dispersos, avisar a Cruz y pelear hasta sucumbir o ser socorrido.
El enemigo lo alcanzó en los momentos que cruzaba el río Buin, ordinariamente seco, pero que ese día venia de crecida. Sus aguas, convertidas en un torrente despeñado por el violento desnivel, arrastraban árboles, troncos y grandes piedras, que chocaban con estrépito ensordecedor. En los instantes en que Bulnes reunía sus tres batallones, fuertes de 1.400 hombres, se desencadenó una tormenta "como sólo puede verse en esos lugares durante la estación del verano". Dando forma literaria a la relación de un testigo presencial, dice G. Bulnes: "Al agua sucedió el granizo, ya éste un temporal de viento y de truenos que todo lo confundía y desbarataba. La fuerza del agua y del granizo desbandaba las filas e inundaba los caminos, mientras el cielo, cubierto con negros nubarrones, se iluminaba a cada instante con los relámpagos y el zigzag de los rayos. Los soldados, dispersos y confusos, sólo pensaban en proteger de la tempestad sus armas y municiones". La dispersión aumentaba por momentos. El camino estaba atascado por los grupos de soldados que no podían avanzar. Fue, pues, necesario detenerse. en la ribera sur del Buin para reunirlos. En esos momentos, las tres columnas de Morán asomaban por las quebradas, llevando a la cabeza las compañías de cazadores de los distintos cuerpos. Por tercera vez, el plan fijo ponía. a Bulnes al borde del desastre, que ahora habría sido irreparable, pues si la destrucción de la columna de Torrico o la captura de Bulnes habrían pesado adversamente en la balanza, "la pérdida de los tres batallones escogidos que conducía el general en jefe y de él mismo, habría importado la destrucción total del ejército ... " 'Jamás estuvo el ejército chileno más cerca de una pérdida total" (G. Bulnes).
La tormenta que dispersó a los soldados chilenos había retrasado también el avance de los batallones enemigos. Las fuerzas que desembocaban eran simples avanzadas. Bulnes desplegó en guerrilla al Valdivia, y bajo su protección pasaron el puente el Carampangue y el Portales, que se desplegaron en el acto en batalla, en una pequeña planicie al lado norte del río. Acto continuo, el Valdivia empezó a replegarse ordenadamente por pelotones, que pasaban el puente protegidos por el fuego de los que quedaban a vanguardia. En esos momentos aparecieron las columnas enemigas, coronando las alturas de la ribera sur del Buin.
A las tres y media de la tarde se trabó un furioso combate por la posesión del puente Buin, en el cual el objetivo y la estrechez del valle anularon por largas horas la superioridad numérica de Santa Cruz. Como los cañones abocados contra los defensores del puente y el nutrido fuego de fusilería de los batallones apostados en la ribera sur, no lograron quebrantar la resistencia de sus defensores, algunos oficiales bolivianos, seguidos de sus soldados, se arrojaron al torrente, pero el caudal los arrastró y apenas uno que otro salvó la vida ganando la ribera sur del rio. La división de Guarda, que cargó con gran ímpetu, tuvo que retroceder, llevando a su general herido y dejando el campo sembrado de cadáveres. Morán se puso personalmente a la cabeza del Ayacucho, que esta vez peleó con denuedo, sin lograr mejores resultados. Al caer la tarde, llegó al campo de batalla el Valparaiso, que hacia parte de la división de Cruz y que felizmente iba muy retrasado: En el acto, Bulnes relevó al Valdivia, que había agotado sus municiones. La operación se realizó con un orden y disciplina admirables. Ya de noche llegó el Colchagua, en los precisos momentos que el enemigo se replegaba detrás de las lomas de la cuesta de Huaullán, llevándose unos 70 muertos y unos 150 heridos. Los piquetes que Bulnes había dejado al sur del río para reforzar la defensa del puente, sufrieron numerosas bajas, pero el enemigo no logró copar ningún grupo. Al cesar la batalla, repasaron el puente; y Colipi, que estaba al mando de uno de ellos, después que pasó el último soldado, motu proprio lo cortó.
Nadie ha acertado a explicarse por qué Santa Cruz no pasó el río con, una división, por el puente de piedra situado a legua y media de distancia, movimiento que le habría permitido caer sobre la retaguardia de Bulnes.
Las bajas chilenas ascendieron a 93 muertos y 220 heridos, o sea, el 20% de las tropas que se batieron. Estas cifras reflejan con más elocuencia que todas las relaciones, el heroísmo desplegado por los tres batallones chilenos y la energía del ataque enemigo.
Bulnes tuvo en la noche una corazonada, que, si hubiera asomado al principio de la campaña, habría ahorrado la mitad de las bajas que iba a costar Yungay: contraatacar a Santa Cruz súbitamente, sin darle lugar a fortificarse. En su correspondencia, dice que desistió de hacerlo, porque Colipi cortó el puente. Debiera haber añadido que su caballería estaba en Yungay; su artillería, en San Miguel, y los 900 hombres de los batallones peruanos, en Caraz, o sea, que motu proprio se había colocado en la imposibilidad de realizar su feliz inspiración.